Por Francisco Acosta Orge
Hola buenas tardes. Acepto la invitación que hacéis para elaborar algún comentario sobre el documento de Joan Corominas.
Sin hacer una lectura exhaustiva de los datos y de los gráficos, quiero hacer llegar mi felicitación por el contenido y el mensaje total de dicho documento.
Claro que sí, que ya todo no deberá seguir siendo igual, aunque se encuentre con prontitud esa ansiedad vacuna que nos permita volver a la «normalidad». La siguiente «vacuna» que debe venir es la de lograr que esta civilización cambie el rumbo colectivo de su devenir en este planeta. Esa ansiedad por el consumismo que afecta por igual a todas las clases sociales. Ese querer «probarlo» todo, que aunque no hubiera llegado esta pandemia nos llevará a la imposibilidad de sobrevivir como seres humanos de aquí a unos cientos de años.
¿Servirán las medidas económicas que se prevén para la reconstrucción para crear un nuevo tipo de ciudadanía, alejada de ese afán de poseerlo todo? No estoy planteando la cuestión del sistema económico o político. La izquierda y la derecha política democrática, en un buen número de países hacen la misma oferta: consumir, consumir… Jamás hubo un sistema capitalista tan magro y poderoso como el de estos tiempos. En el caso de España no aprendimos la lección de la grave crisis económica de 2008. De la economía de la construcción se pasó sin solución de continuidad a la del turismo, el turismo agresivo de masas, que adoran nuestros gobernantes, en ambos casos con el argumento falaz y mítico de la creación de empleo.
Sin este movimiento de millones y millones de personas, de todas las edades y condición económica, recorriendo el planeta ésta epidemia no hubiera producido semejante calamidad. Pero son las grandes multinacionales capitalistas y financieras las que atesoran a corto y largo plazo este inmenso caudal de dinero. Y lo peor es la impunidad de la que gozan, dominando descaradamente hasta los eventos intergubernamentales, donde se tratan los graves asuntos de la salvación de la vida en el planeta. Cerca está en el tiempo la reciente cumbre del clima celebrada en Madrid: ni un sólo tirón de orejas a las grandes compañías de aviación, o a la de cruceros marítimos, causantes de contaminación atmosférica en enormes cantidades, mucho más que la de los automóviles y otros medios de transporte terrestre. Ellas son, con sus tarifas de bajo coste, las que hacen posible que millones de personas arrasen el planeta, reduciendo los recursos del agua, de la alimentación o del aire que necesitamos, del vivir con normalidad en las viejas ciudades históricas.
Ninguna crítica a los gobernantes por permitir esta destrucción en nombre del sagrado concepto de atraer inversiones y crear puestos de trabajo. Ya se anuncian en los planes de ayuda financiera de carácter europeo que se va a repetir el mismo diseño de reconstrucción que se hizo en 2008, ahora no se dará a la Banca la tajada financiera más importante, será a las compañías de aviación, a las petroleras, a las multinacionales de la hostelería. Los tipos de empresa, pequeñas y medianas, los autónomos que son mayoría en España serán los menos agraciados y con ellas los trabajadores de sus plantillas.
Nada de hacer caso, desde antes de la crisis de 2008, a las voces de los sindicatos democráticos, reclamando a los gobiernos y a los empresarios el cambio de modelo de producción y de empleo. ¿Tendrán en cuenta sus opiniones, contrastadas por parte de nuestro entorno europeo, de que hay que cambiar el culto a la economía de servicios en España, de una vez por todas? Esa es la revolución que tenemos pendiente, y que los resultados de esta pandemia deberían iniciar el camino del gran cambio.
Para terminar el cambio debe llegar a la cultura, al conocimiento, a que la ciudadanía asuma su conciencia como tal. Desde el comienzo de la era industrial y de la progresiva conquista de la Democracia en muchos países, quizás estemos en estos tiempos en el nivel de despolitización más alto, de la despreocupación por la cosa pública, por la política en el más amplio sentido de la palabra y no la que marcan los telediarios de las grandes compañías capitalistas de la comunicación.
En nuestras modernas sociedades, el consumismo, la degradación cultural, nos llevará al precipicio que nos señala ese tipo de»flautista de Hamelín» que es el modelo del actual sistema de producción capitalista.
Gracias por su atención,
Les envío un cordial saludo
Francisco Acosta